Enamorarse es algo biológico; algo que atañe mas al cuerpo y su
programación de supervivencia de la especie humana que a una necesidad
de lo que Uno como Ser, Es.
El cuerpo con todos sus miles de
canales y centros nerviosos especializados, ponen en movimiento - junto
con las glándulas endocrinas -, todo un torrente de secreciones,
neurotrasmisores y fluidos que llenan de vitalidad (de hormonas) y que,
al estar desprevenido, se toma toda esa atracción química que se da
entre ambos cuerpos, como amor.
Entonces, la emoción se dispara y
la mente le sigue con asombrosa rapidez con ensoñativas ideas,
ilusiones y fantasias respecto a un futuro probable pero totalmente
inexistente, que ambos proyectan y sostienen incoherentemente.
Lo
único cierto es que tal torrrente hormonal, tal vitalidad, es asociada
con la felicidad; y, como los personajes centrales de tal suceso
biológico - la pareja - no son ni conscientes ni dueños de sí mismos,
creen profundamente lo que la emoción y la mente les pinta: se creen el
cuento de hadas donde él es el principe azul y ella, el alma gemela. En
palabras coloquiales, se cree haber "tomado el cielo con las manos".
En
la desdicha mutua de vivir, creen y están seguros de haber encontrado
su todo, su medicina afectiva que les equilibra, les da paz y una razón
por la cual seguir existiendo.
Con el tiempo, cuando los niveles
de dopamina y de endorfinas (la "droga" que segrega el cerebro y causa
tal alusinación y adicción inicial) ha disminuido por el desgaste
inconsciente de ambos, empiezan a ver y sentir la realidad, y es ahí,
donde en verdad inicia el camino de la aceptación o de la ruptura, ya
que, en el fondo, saben que siguen incompletos e insatisfechos.
El amor no es una emoción ni un sentimiento bonito. Es un
estado de consciencia presente y continua. Y es desde ese estado de
conciencia activa, que se debe iniciar una relación.
Una relación
libre, es una relación donde Él, y Ella, saben lo que sienten
mutuamente sin creerse las fantasías de la mente común y corriente. Sin
creer que Ella será el motivo de su vida ni que Él será el aliento de
sus días. Sin creer - dicho sea de paso - que tener hijos es la
perpetuación de su amor. Ya que el tema de la prole, es algo que solo
atañe a la parte instintiva de supervivencia de la especie; y, que ha
sido grandemente explotada por la religión materialista como un medio de
engrosar sus filas.
Así que una pareja libre, es aquella que
comparte libremente, todo; respetando el lazo convenido, caminando
conjuntamente de forma dignificante y edificante; de manera que, cuando
ya no da más, sin estupideces telenovelezcas y sin atontamientos
tradicionales, se dan el beso del adios, con alegría por lo vivido y
mutuamente aprendido, sin la absurda sensación de pérdida, sin la
inentendible emoción de apego que hace creer que se acaba la vida.
Hacen
el correspondiente corte emocional y mental, para continuar sus vidas
sin agrabios, sin desavenencias ni días oscuros. Totalmente
desprendidos. Sin ataduras energéticas.
El amor no ata, sino que permite y respeta todo. No se opone, si no que ayuda o se retira.
El ISIS nació al calor de la ocupación y la fragmentación de Irak. El desmantelamiento de las fuerzas armadas iraquíes por parte de EEUU contribuyó a su fortalecimiento. Y la guerra siria fue clave para su crecimiento. Turquía y Arabia Saudí, aliados de Occidente, son territorios epicentros de la financiación del ISIS. Turquía ha permitido el flujo de camiones que cruzan la frontera cargados de petróleo procedente de los campos sirios controlados por el “Estado Islámico”. El ISIS ha debilitado y mantenido ocupados a enemigos de Israel, Turquía y Arabia Saudí. Por Olga Rodríguez
Los inicios de lo que después sería el ISIS
Los antecedentes que dieron lugar al ISIS surgen en el contexto de la ocupación de Irak. Tras la toma del país por las tropas británicas y estadounidenses (y españolas hasta 2004), se formaron diversos grupos armados para luchar contra los invasores.
Entre ellos aparece la autodenominada organización de la base yihadista en Mesopotamia (procedente de Jamaa al Tawhid wal-Jihad, nacida en 1999), conocida en la prensa como Al Qaeda en Irak. Posteriormente se uniría a otros grupos bajo el nombre primero de Consejo de Muyaidines y después, en 2006, Estado Islámico de Irak.
El contexto en Irak
Miles de iraquíes fueron detenidos en cárceles secretas estadounidenses, donde recibieron torturas diarias. Algunos arrestados desaparecían para siempre. Otros reaparecían años después devastados por las torturas, y con una sobrevenida, inquebrantable y extremista fe religiosa.
Tras la ocupación EEUU desarticuló inmediatamente las Fuerzas Armadas iraquíes, criminalizó el partido Baaz e integró a milicias sectarias en las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes para luchar contra la resistencia. Fomentó las divisiones y entrenó a integrantes de milicias policiales que sembraron el terror.
Fue lo que se llamó los escuadrones de la muerte, comandos que arrestaron a miles de jóvenes suníes, muchos de los cuales aparecían semanas después muertos en las calles de ciudades como Bagdad, con orificios de bala en la cabeza, pies o pulmones, con huesos rotos, cráneos aplastados, piel quemada o arrancada, signos de descargas eléctricas u ojos fuera de sus órbitas.
Cientos de miles de familias huyeron del país. En tan solo unos meses más de cinco millones de iraquíes se convirtieron en refugiados. Dos millones y medio de ellos se instalaron en Siria.
En poco tiempo Irak, que había sido un país donde muchos chiíes y suníes convivían juntos, donde un elevado porcentaje de los matrimonios eran mixtos, donde no había grandes tensiones sectarias, se convirtió en un infierno. Muchos antiguos integrantes de las Fuerzas Armadas desmanteladas compartieron celda con miembros de grupos religiosos que iban radicalizándose a medida que aumentaba la violencia y la represión.
El grupo de la cárcel de Camp Bucca
Abu Baker Al Bagdadi, que se convertiría en 2010 en el líder del Estado Islámico de Irak, fue arrestado por los estadounidenses en 2004 en la ciudad de Faluya, duramente golpeada por las fuerzas de ocupación, que bombardearon viviendas, mercados, escuelas, hospitales y emplearon fósforo blanco, un armamento letal que abrasa la piel de sus víctimas. El dolor provocado en aquella ciudad es recordado hasta día de hoy por sus habitantes.
Al Bagdadi fue enviado a la cárcel de Camp Bucca, donde las torturas estaban a la orden del día. Algunos se empaparon allí de las doctrinas más extremistas y desvirtuadas del Islam, como el wahabismo. De aquella prisión saldrían muchos hombres listos para integrar las filas del Estado Islámico (ISIS o Daesh).
Las revueltas en Irak
En 2010, en un Irak totalmente roto, irrumpió un movimiento pacífico de protesta contra el gobierno central, que tomó fuerza tras el estallido de las revueltas en Túnez o Egipto en 2011.
Entrevisté por aquél entonces a uno de los organizadores de aquellas manifestaciones iraquíes, Udai Al Zaidi, hermano del famoso periodista que arrojó un zapato a George Bush y fue encarcelado por ello. Al Zaidi, chií, se manifestaba en Irak con miles de suníes y chiíes más, contra un gobierno al que tachaban de corrupto y sectario.
El gobierno de Al Maliki, aferrado al poder, reprimió aquellas multitudinarias protestas empleando balas contra los manifestantes, y apoyado por el Ejército estadounidense. Murieron cientos de personas y miles fueron encarceladas.
Manifestantes iraquíes en 2011 tratando de derribar un muro de la Zona Verde controlada por EEUU. En la misma época en Siria estallaban las revueltas
El ‘Estado Islámico’ en Siria
La represión gubernamental iraquí contra todo tipo de queja o protesta aumentó y llevó al extremismo a algunos sectores de la oposición.
Lo mismo ocurrió en Siria, donde las revueltas habían estallado en marzo de 2011. El ‘Estado Islámico’ de Irak envió una delegación a Siria en agosto de 2011, cuando la guerra civil siria ya estaba en marcha, tras el aplastamiento de las revueltas por Bashar al Assad.
El líder del ‘Estado Islámico’ de Irak, el clérigo Al Bagdadi, formateado tras su paso por la cárcel de Camp Bucca y la guerra, anunció en 2013 la creación del ‘Estado Islámico’ de Irak y Levante (Siria).
El auge del ISIS
En 2014 el ‘Estado Islámico’ se hizo fuerte en Siria e Irak. Miles de hombres del ISIS, armados y protegidos con humvees y tanques, tomaron varias ciudades iraquíes sin apenas resistencia.
Contacté entonces con algunos antiguos efectivos de las fuerzas armadas iraquíes desmanteladas por EEUU y de varios grupos de la resistencia iraquí. En un momento en el que ellos mismos habían ganado posiciones en territorio iraquí, se hacían la siguiente pregunta:
¿Interrumpimos nuestra lucha contra nuestro enemigo, el gobierno de Al Maliki [apoyado por EEUU], para luchar contra el Estado Islámico, superior en número y fuerza a nosotros, o nos unimos al Daesh, a pesar de nuestras diferencias, para evitar ser derrotados?
La respuesta elegida por muchos fue la segunda. Prefirieron ser cómplices que enemigos.
Quién les iba a decir a algunos oficiales de las fuerzas del laico Baaz iraquí en 2003 que años después combatirían mano a mano con yihadistas extremos que proclamaban un Califato y dictaban las normas más violentas y medievales en nombre de un distorsionado e instrumentalizado Islam.
Abu Baker Al Bagdadi se convirtió en líder del Daesh (ISIS) en 2010. Iraquí arrestado en Faluya e internado en Camp Buca
La toma de más territorio
Grupos suníes de diversa procedencia, solo unidos por un enemigo común, terminaron integrando las filas del Daesh. Tomaron varias ciudades iraquíes y llegaron muy cerca de Bagdad. Apenas encontraron resistencia por parte del ejército iraquí, marcado por la corrupción:
“Los militares se fueron corriendo, no había aviones, no había nada que los parara. Para ser sincero, los únicos que hicieron algo para detener [al Daesh] fueron los militares iraníes y las milicias chiíes”, confesaba recientemente el exministro de Defensa iraquí Ali Allawi en un documental de Al Jazeera.
Desvincular Irak como contexto y desarrollo del Daesh sería hacer un análisis cojo de su evolución. En 2014, tras la toma de un amplio territorio en Irak, el Daesh proclamó el Califato del Estado Islámico de Irak y Siria, controlando un espacio similar al de Jordania. A sus filas se unieron chechenos, musulmanes procedentes de los Balcanes, del norte de África y de Asia.
En agosto de 2014 llegó la respuesta internacional. Obama prometió acabar con el Daesh, y una alianza militar integrada por EEUU, Arabia Saudí, Emiratos o Jordania empezó a bombardear focos supuestamente controlados por el grupo terrorista.
La vista gorda y la financiación
El Daesh ha sido visto por algunos actores regionales -Israel, Turquía, Arabia Saudí, etc- como un arma potencial contra Irán. Ha mantenido débil al régimen chií de Irak y ha tenido ocupados a grupos enemigos de Israel, como Hezbolá, que lucha en Siria contra diversos grupos de la oposición, entre ellos el Daesh.
Turquía ha hecho la vista gorda ante el Daesh. El primer ministro Erdogan ha querido ver en movimientos islamistas radicales una forma de detener tanto la influencia chií en la zona como a los kurdos. Ha permitido el paso de yihadistas por su frontera, ha bombardeado a las YPG kurdas -unidades de protección popular- cuando se suponía que esos ataques tenían que dirigirse al Daesh, y ha permitido el flujo de camiones que cruzan la frontera cargados de petróleo procedente de los campos sirios controlados por el ISIS.
De ese modo cree evitar la posibilidad de una soberanía de los kurdos -que están luchando contra el Daesh- junto a su territorio.
La compra de petróleo en el mercado negro turco ha sido uno de los modos más eficaces de financiación para el Daesh, junto con el cobro de grandes sumas de dinero por el rescate de algunos secuestrados.
También recibe apoyo económico de individuos saudíes ante los que el régimen de Riad hace la vista gorda. Esas personas entregan dinero al Daesh y hacen lobby por él, presionando para que otros lo apoyen.
La guerra contra el terror
Los aliados de EEUU en Siria en la coalición que bombardea el país han sido entre otros la monarquía absolutista de Arabia Saudí, que sigue consintiendo el apoyo al Daesh desde su país.
Washington y los saudíes también operan juntos, con Emiratos, en la coalición que bombardea Yemen, donde están creando más caldo de cultivo para el terrorismo con ataques como el que el pasado septiembre mató a 131 personas e hirió a cientos más.
Las matanzas como la de París son habituales en Oriente Próximo y Medio, ya sea por ejércitos o por grupos terroristas. La llamada guerra contra el terror, la estrategia de las bombas y las intervenciones, se ha mostrado ineficaz: lejos de menguar, el terrorismo y la violencia crecen.
François Hollande decía el sábado que la masacre de París es un acto de guerra. En realidad Occidente participa en una contienda desde que se involucró en Afganistán armando a los muyaidines que devinieron en los talibanes. Luego llegarían Irak, Libia, Siria, Yemen… Pero al ser guerras que se libran lejos de nuestras fronteras, solo nos acordamos de ellas cuando algún macabro eco llega a nuestros territorios.
DOCUMENTAL - ESTADO ISLAMICO, ORIGEN Y FINANCIACION - ISIS 2015
Un reportaje sobre el Estado Islámico en el que se aborda el origen de esta organización, su financiación y cómo se ha convertido en uno de los grupos radicales más poderosos con la proclamación de un califato en territorio de Siria e Irak tan extenso como Bélgica. Participan expertos de España, Marruecos, Francia, Gran Bretaña, Rusia y Estados Unidos.
LA VERDAD SOBRE SIRIA Por BEATRIZ TALEGÓN, expulsada de 13TV por criticar los bombardeos en SIRIA e IRAK y cuestionar la entrada de España en la guerra de Irak. Isabel Duran ha esxpulsado a Beatriz Talegón este miércoles del programa Más Claro Agua, en 13TV, tras una sonora bronca. La directora del programa, Isabel Durán, ha decidido anunciar, en directo, que Talegón no volverá a las tertulias después de un tenso rifirrafe entre la exsocialista, la propia Durán y el resto de contertulios que asistieron atónitos al espectáculo.
La discusión comenzó cuando Durán pidió a Talegón que opinara sobre quienes equiparan el atentado de París con la respuesta de Francia al bombardear posiciones de Estado Islámico en Siria. La exsocialista contestó pidiendo "valorar el tema con el rigor y la información que se merece" y arrancó acusando a Estados Unidos y al propio Gobierno español de "colaborar" con la venta de armas y vinculando a ambos con grupos terroristas.
Exaltada y citando a Putin, Talegón habló de "financiación" occidental a grupos terroristas, citó el 11M para decir que "por la gracia" de Aznar de apoyar a Bush se cometieron los atentados y dijo, en alusión a Hollande, que se están cambiando las leyes en el mundo "para crear un estado de terror".
Ante la deriva que estaba tomando el debate, Durán interrumpió a Talegón para censurar sus acusaciones y para detener su "mitin" en directo: "El golpe es el de los terroristas: si no estás de acuerdo no tengo nada más que hablar contigo", le dijo tras apuntar que en su programa "no se hacen acusaciones tan graves" como la de que el gobierno español "financia a los terroristas".
Lejos de callarse, Talegón continuó atacando al PP y al programa, del que dijo que "sólo da información de un lado". Durán terminó invitándola a marcharse: "A mí no me das órdenes. Te has equivocado de foro. Me desagrada el espectáculo que estás montando". Mientras se quitaba el micrófono se escuchaba, fuera de cámara, a Talegón espetándole a Durán que sería "un placer" y diciendo que la echaban por dar su "opinión".
El espectáculo continuó después en Twitter, donde Talegón anunció a sus seguidores que le "acababan de echar de 13TV por dar mi opinión y defender la paz".
¿A que se refería Borges cuando dijo que “el futbol era
estúpido“ y era el deporte más popular porque “la estupideza es
popular“?
¿En realidad importa el resultado que
tenga tu selección nacional en el Mundial? ¿En realidad ganas cuando
ganan, en realidad “Todos somos la Selección”? Por más proyección
metafísica de identidad que hagamos, las personas que juegan en la
cancha de juego no son las personas que ven el partido en el estadio o
por televisión. Podemos invocar una conexión a distancia –la famosa
“vibra”, un entrelazamiento cuántico, telepatía o vudú– pero, por
supuesto, este ya no es el terreno del deporte y la política (y,
generalmente, es sólo una estrategia de marketing). Y aun si invocamos
un principio de resonancia, siguiendo lo que Borges decía de los
lectores de Shakespeare –que, al leer fervientemente, sus líneas se
convertían en el mismo bardo, en ese mismo instante que se repite con
una misma cualidad en el tiempo–, entonces, esto sería cierto con
cualquier jugador, no obstante el país y con cualquier actividad,
siguiendo un vínculo de simpatía.
¿Acaso, más bien, no es este –la
parafernalia de la Copa del Mundo y el fanatismo deportivo en general–
uno de los más vulgares y crasos ejemplos de propaganda, enajenación y
creación de identidades superfluas en función del consumismo… El viejo
pan y circo?
El futbol es uno de los más grandes
negocios que existen, tan redondo como el balón. Participan organismos
como la FIFA, comités organizadores, federaciones locales, televisoras,
agencias de marketing y de promoción de los jugadores, apostadores,
equipos y jugadores (que, aunque disfrutan brevemente del endiosamiento
de la imagen son, a fin de cuentas, sólo instrumentos para la
diseminación de una propaganda aspiracional, similar a lo que ocurre con
los modelos de artículos de consumo: en México incluso son vendidos a
equipos en un “draft” que se apoda “mercado de piernas”, sin que los
jugadores puedan decidir si quieren ir o no a tal equipo).
Indirectamente, haciendo
uso político, también participan los países con sus gobiernos y las
grandes corporaciones alineadas que dictan el sistema financiero global.
Los países se sirven del aglutinamiento de identidades que el futbol
genera y de la distracción masiva que les permite manipular la agenda de
noticias, desactivar conflictos, diluir críticas o llegar a acuerdos y
pasar leyes fast-track (los “goles de madruguete político”).
Las corporaciones y el sistema capitalista tienen evidentemente el
usufructo del frenesí de consumo que generan eventos como el Mundial,
pero además también basan de manera sustancial su estrategia de branding
en este evento, que es percibido como el culmen de las asociaciones
positivas y profundas en la psique del consumidor: es el momento de
bombardear con el fin de invadir tautológicamente el inconsciente del
sujeto programable y congraciarse con él. (Los que no se benefician de
esto son las comunidades locales, como ocurre con el pueblo brasileño
ante los gastos excesivos del Mundial 2014: es un deporte del pueblo, pero un negocio elitista).
* * *
Coinciden en Borges una indiferencia y
un desinterés por la política y el futbol. Lo que animaba su curiosidad
eran las ideas, la arquitectura de mundos mentales, ese gran río de
murmullos que cruza el tiempo que es la literatura. En su ars poetica
el escritor no tenía por qué tener un compromiso con una cierta
inclinación política –no tenía por qué definirse como una persona de
izquierda o derecha, etc., o dedicarse a escribir panfletos; su deber
era consigo mismo y con el arte, con la literatura misma, que no es, por
supuesto, una rama de la moral (lo que importa es si un escritor
escribe bien, no si es buena persona; si es capaz de ver lo que los
demás no ven, no si piensa de manera correcta). Borges fue muy criticado
por no pronunciarse en contra de la dictadura argentina y en contra de
numerosos gobiernos o actos antidemocráticos, inhumanos o injustos según
el dictamen generalizado de la comunidad internacional –ese metajuicio
de lo políticamente correcto para el intelectual. Cuando tuvo que
describir su postura política dijo que era conservador, pero siempre
desde la distancia de su agnosticismo, nunca desde el fanatismo.
Cuando uno quiere criticar la
enajenación del futbol, Borges aparece como una buena opción para
legitimar el discurso. Aunque algunas personas puedan considerarlo poco
viril, poco inclinado a las pasiones del cuerpo y, por lo tanto, incapaz
de comprender la atracción por los deportes –ese instinto marcial
sublimado o domesticado–, también es cierto que hay poco de esta energía
vital en el acto mayormente pasivo de ver un partido de futbol.
Asimismo, salvo el caso de algunos exquisitos manieristas exentos de
resultadismo, el espectador de futbol no es un observador objetivo o
individuado, como el narrador omnipresente de una obra, sino que es un
observador arrastrado por la emoción multitudinaria que quiere de alguna
manera intervenir y proyectarse al campo de juego –olvidar su
presente–, a la vez que se ve afectado por el resultado de un juego que
no ha jugado y sobre el cual no tiene ningún efecto. Y como tal, exhibe
un dejo de frustración y de pueril transferencia. Borges decía que “el
futbol es popular porque la estupidez es popular”. Es estúpido sufrir
por algo en lo cual no tenemos participación ni influencia –por más que
creamos noble o elevado concebir sentimientos abtractos de
identificación y, así, concebirnos como encarnaciones de nuestro país o
de nuestro equipo y, por lo tanto, estar sujeto a lo que les ocurre.
Quizás el rasgo más claro de la estupidez de nuestra sociedad es verse
inmiscuido en el trance colectivo de los medios masivos de comunicación,
en las telenovelas, en el futbol, en el marketing que preda sobre
nuestros deseos aspiracionales y nuestras inseguridades y responder a
sus llamados yendo a la tienda, comprando los productos o sintonizando
el televisor en respuestas zombie-pavlovianas o, usando el término de
McLuhan, narcótico-narcisistas.
En una nota publicada en el diario La Razón
sobre la Copa del Mundo en Argentina en el ’78, Borges conversa sobre
futbol con Roberto Alfiano (quien luego publicó un libro sobre Borges en
el que se incluye este diálogo):
- ¿Fue alguna vez a ver un partido de fútbol Borges?
- Sí, fui una vez y
fue suficiente, me bastó para siempre. Fuimos con Enrique Amorim.
Jugaban Uruguay y Argentina. Bueno, entramos a la cancha, Amorim tampoco
se interesaba por el fútbol y como yo tampoco tenía la menor idea, nos
sentamos; empezó el partido y nosotros hablamos de otra cosa,
seguramente de literatura. Luego pensábamos que se había terminado, nos
levantamos y nos fuimos. Cuando estábamos saliendo alguien me dijo que
no, que no había terminado todo el partido, sino el primer tiempo, pero
nosotros igual nos fuimos. Ya en la calle yo le dije a Amorim: “Bueno,
le voy a hacer una confidencia. Yo esperaba que ganara Uruguay –Amorim
era uruguayo– para quedar bien con usted, para que usted se sintiera
feliz”. Y Amorim me dijo: “Bueno, yo esperaba que ganara Argentina para
quedar, también, bien con usted”. De manera que nunca nos enteramos del
resultado de aquello, y los dos nos revelamos como excelentes
caballeros. La amistad y el respeto que ambos nos profesábamos estaba
por encima de esa pobre circunstancia que era un partido de fútbol.
Un poco de la elegancia inglesa que
tanto admiraba (y por lo cual se le resentía en su país), que, en una
especie de ingenuidad, esconde mordacidad e ironía. En esa misma
conversación, Borges responde luego a Alfiano que el futbol es popular
porque la estupidez es popular:
- Yo no entiendo
cómo se hizo tan popular el fútbol. Un deporte innoble, agresivo,
desagradable y meramente comercial. Además es un juego convencional,
meramente convencional, que interesa menos como deporte que como
generador de fanatismo. Lo único que interesa es el resultado final; yo
creo que nadie disfruta con el juego en sí, que también es estéticamente
horrible, horrible y zonzo. Son creo que 11 jugadores que corren detrás
de una pelota para tratar de meterla en un arco. Algo absurdo, pueril, y
esa calamidad, esta estupidez, apasiona a la gente. A mí me parece
ridículo.
Al parecer, Borges no era sensible a la
estética del futbol, y en esto sin duda podemos diferir. Pero, a fin de
cuentas, son pocos los que ven futbol como un ejercicio de contemplación
estética… como quien contempla una escena bucólica o como un flaneur
atraído por ciertos ángulos e inflexiones urbanas. El aficionado
prototípico busca el desfogue del triunfo, el alarido de pertenencia con
un equipo de calidad que ha repasado a otro o con una nación que se
piensa superior cuando triunfa y se puede comparar con otros países (o,
en el caso de algunos franceses, probablemente inspirados por el racismo
que genera una selección multiétnica cuando su país pierde y puede
culpar a un sector). (Esta tabla de afectos y aversiones por países en la Copa del Mundo es muy ilustrativa).
En algunos casos se contenta porque su equipo juega bien o da pelea a
un equipo históricamente superior, pero no por el placer que le produce
el futbol desempeñado en un aspecto puro, sino porque realza su
identidad (tener un equipo que la crítica elogia) o le da confianza para
el futuro: cuando, entonces sí, pueda ganarle a los grandes.
Se dice que el futbol une a la gente. Y,
si bien es una buena excusa para socializar y distender, en realidad lo
que une en el trance de un torneo o en la estela que deja un título son
los sentimientos dispersos de nacionalismo, de euforia chocarrera y de
autoafirmación. Si bien es cierto que existen países donde muchos
individuos tienen poca seguridad en sí mismos, es ridículo pensar que el
futbol sea un revulsivo que lleve a las personas a psciológicamente
afirmar su individualidad y desprenderse de sus complejos –esto es algo
que se hace justamente individuándose y desmarcándose de las improntas y
los paradigmas colectivos. Otra cosa es que el triunfo en el deporte
genere, como ocurre en la naturaleza con la habituación, más triunfo en
el futuro; esto es natural, pero se limita solamente al deporte y logra
cambiar la mentalidad solamente de los jugadores que participan. Si bien
puede provocar una tregua momentánea entre personas de diferentes
etnias, lenguas o posturas políticas dentro de un país, el efecto no es
de ninguna forma duradero; es como la tregua breve que hacen dos
personas cuando se emborrachan.
Buena
parte de lo que chocaba a Borges del futbol tenía que ver con el
nacionalismo que observaba como consecuencia de este deporte en
Argentina, quizás el país con la hinchada más pasional y violenta del
mundo (después de que sus enemigos, los ingleses, erradicaran a los
hooligans). Tanto el nacionalismo como el futbol le merecían el mismo
calificativo. “El nacionalismo sólo permite afirmaciones y toda doctrina
que descarte la duda, la negación, es una forma de fanatismo y
estupidez”, escribió Borges, quien incluso participó en 1984 en un foro
en Tokio en el que se discutió el nacionalismo, señalando que éste tenía
el peligro de dividir a las personas. ¿Acaso no ocurre eso mismo con el
futbol, que divide más de lo que une? Al menos, nos divide en personas
definidas por un país: somos mexicanos, chilenos, alemanes, iraníes,
estadounidenses, con una carga histórica y una percepción política
particular, con numerosos clichés, antes que personas del planeta Tierra
e individuos únicos. Borges creía en abolir las fronteras, lo cual en
ningún sentido significa homogeneizar al mundo o erradicar las
diferencias, sino permitir el intercambio sin etiquetas. Seguramente
esto sería política y económicamente desastroso, especialmente para
algunos países chicos, etc., pero la afirmación no tenía este sentido,
sino que su espíritu era el de eliminar el nacionalismo y todos sus
efectos colaterales.
En fin; con esto no quiero amargar el
placer de ver un buen partido de futbol, especialmente si es un hábito
esporádico. Principalmente, el interés es hacer consciente el acto de
ver un partido de futbol y, en general, de participar en todo entorno
mediático o colectivo, y ser capaz de discernir hasta qué punto, al
hacerlo, perdemos nustra inteligencia crítica y llegamos a enajenarnos.
Un poco de autorreflexión –sobre lo que pasa dentro de nosotros cuando
hacemos algo o recibimos un programa– nos hace hasta cierto punto
inmunes y permite disfrutar de un partido de futbol sin sufrir si el
resultado no es el que queríamos. El futbol es, sin duda, un gran
espectáculo, y tiene algo más de místico y estético de lo que Borges fue
capaz de ver. Borges, que amaba las representaciones cabalísticas, las
métaforas del universo y la divinidad, quizás no entrevió en el juego de
futbol una imagen del universo, de su secreto orden; tampoco atisbó una
poesía física o reconoció el impulso evolutivo de luchar y competir
(una desvaída transmigración de los dioses griegos, que impulsaban a los
héroes a batirse). Pero todos los juegos tienen esta veta, hay un
sentido lúdico profundamente arraigado a la existencia –que sublima lo
absurdo– y el futbol es una manifestación, aunque quizás un poco
contaminada, de esta misma esencia. Borges prefería el otro juego, el
juego cósmico “de la indivisa divinidad que opera en nosotros” y sueña
el mundo, que quizás no tenga ganador y sea infinito.